Textos vocacionales
[vc_row][vc_column][vc_column_text]
1. SENTADO EN LA DUDA
«Me lo estoy pensando» es el planteamiento de muchos jóvenes. Porque es muy serio. Porque las cosas hay que pensarlas mucho. Porque decidir supone tener las jugadas bien pensadas. No se puede perder.
Y Jesús sale al paso. Jesús zanja la cuestión: quien no pierda su vida por mí, la perderá aunque no quiera. Quien la pierda por mí y el evangelio, la encontrará. Así de claro…
La vocación exige perder la vida. Perder los cálculos, las lógicas, las seguridades, el dinero, la posición, el buen nombre…perderlo todo. Todo ese mundo que creemos riqueza.
Ganar la vida es arriesgarse, es lanzarse fiado de Cristo, es dejar que él vaya haciendo en mí el camino. La llamada de Dios nos borra nuestros caminos. Los suyos son otros caminos.
Quien ponga sus ojos en sí, quien ponga su preocupación en lo difícil de la respuesta, quien se mire a él, nunca dará el paso. Porque nunca saldrá de sí mismo..
Sólo quien ponga sus ojos en Él es capaz de dar el paso. Sólo quien crea en la persona de Jesús será capaz de arriesgarlo todo para seguirle.
La duda, la espera, la indecisión, siempre tiene un final: el NO a la invitación a seguir a Jesús.
Quien se sienta en la duda vocacional, quien se pone a deshojar la margarita jugando al «si-no» me quieres…ese no es capaz de dar el paso. Quien no da la respuesta en el momento en que le llaman, quien quiere ver claro, una «aparición» para la certeza, ese nunca echará las redes ni pescará
No es cristiano sentarse en la duda eterna. No es honesto echar raíces en la duda eterna. No es valiente dejar enfriar la presencia de Jesús que se acerca.
Jesús siempre se queda escondido, pero atento a nuestra respuesta. Y en el momento oportuno, cuando en la vida se ha procedido con verdad, con fidelidad a la luz, aparece El, se acerca y se experimenta que todo es de él. Aparece la luz.
Vocacionarse es entrar en el espacio de la luz. Dios es luz, Dios es amor. Y no dudó. Nos amó dándonos a su Hijo Jesús.
(Adaptación de un texto de Emilio.L.Mazariegos)
Piensa sinceramente y respóndete:
¿Sientes que Dios te llama a seguirle?
¿Estás sentado en la duda permanente?
¿Qué resistencias le pones?
¿Cuál debería ser tu respuesta?
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
- LAZOS, LA LIBERTAD SE ENTREGA
Hay quien dice que hoy las relaciones no duran porque valoramos mucho nuestra libertad y, en consecuencia, nos cuesta atarnos o comprometernos con otros…
Pero yo me río de esa libertad sin lazo, de esa independencia sin esfuerzo, de la autonomía que olvida al otro. Los llamamos de muchas formas, pero los vínculos importantes no son cadenas, cuyo candado, una vez echado, no se puede quitar aunque uno quisiera. Tampoco son jaulas compartidas (en familia, con parejas, con amigos o en el trabajo), ni ataduras que oprimen e imposibilitan la realización personal.
Son lazos, que aunque uno podría desatar al tirar de un extremo del cordel, no lo hace, porque le importan. Y se llaman de muchas formas: amor, amistad, apoyo, dependencia, cuidado, servicio, necesidad, proyecto, confianza, solidaridad, escucha o palabra…
En realidad mi vida se teje así, como una delicada red de muchos vínculos, que a veces se espesan, y otras se adelgazan, pero que configuran quién soy. Y si no hay lazos, no hay nada.
Dedico algún tiempo de mi semana a poner nombre a los vínculos que me unen con mis gentes… ¿Dónde hay amor, y cómo es? ¿Dónde hay amistad? ¿Con quién? ¿A quién necesito, y quién me necesita? |
No sé; tal vez suene radical, pero sospecho que desde el momento que adquiero alguna responsabilidad con otros, dejo de ser libre, al menos en el sentido más absoluto del término. No puedo hacer lo que me dé la gana en cada momento, pues estoy comprometido con algo o con alguien. No puedo vivir únicamente desde “me apetece” o “me pesa”… La libertad esa, que se ve agobiada o restringida cuando uno se siente exigido, es bastante vacía.
No pierdo mi libertad cuando me implico y me complico con las cosas y las gentes. Porque la libertad está para ir dándola un poquito. La libertad se va entregando y compartiendo en pequeñas elecciones. La libertad tiene que saber elegir. Y así, uno se construye y se ata, se define y se da…
¿Qué estoy haciendo yo con mi libertad? ¿A través de qué compromisos, opciones, personas, relaciones, se va definiendo? ¿Es la mía una libertad entregada? ¿A quién o a qué? ¿Merece la pena? |
Pastoral Jesuitas
-
¿ARRIESGAR O SEGURIDAD?
Hoy se valora tanto la seguridad… personal y colectiva. Todo tiene que ser fiable, ofrecer garantías… Lo mismo da si es lo que compro o lo que uso, que si hablo de las opciones que voy tomando. Tengo una tendencia irrefrenable a querer tener todas las respuestas antes de avanzar. “¿Qué pasará?” “¿Y si ocurre esto o lo otro?” “No vaya a ser que algo falle, o que me quede a la intemperie, o que algo se escape de los cálculos y las previsiones…”. Y, sin embargo, creo que es una necedad el pretender tenerlo todo atado y bien atado siempre. Hay momentos en que toca arriesgar, caminar sobre el alambre, adentrarse por caminos que no sabes a dónde conducen y salirse del guión
Mi propia historia me va enseñando que muchas veces ha sido el saltar al vacío, sin saber muy bien lo que me iba a encontrar, lo que me ha ayudado a crecer y a vivir con más plenitud. Si me dejase llevar por los miedos, nunca daría un paso. Siempre estaría esperando a tenerlo todo claro (¿y cuándo es eso?) Es sutil la diferencia entre temeridad y valentía, entre el riesgo lúcido y la insensatez… pero hay que intentarlo a veces. Muchas decisiones vitales tienen que jugarse en ese difícil equilibrio: lo que sueñas ser en la vida, los estudios que vas a hacer, las relaciones personales por las que apuestas, lo que uno está dispuesto a decir y a callar, los proyectos que hay que acometer, las realidades que estoy dispuesto a conocer… A menudo tengo que soltarme de las seguridades, y atreverme a intentar lo nuevo.
Nadie garantiza que todo me vaya a salir bien, que tras la osadía siempre venga un premio o que los intentos conduzcan infaliblemente al éxito. A veces meteré la pata (a menudo), y otras me daré un buen golpe. En ocasiones quedaré un poco expuesto, quizás vulnerable; y otras, al contrario, los riesgos traerán su dosis de acierto y resultados. Pero de todo se puede aprender. La clave no es tener muchas seguridades ni certezas, sino unas pocas, pero sólidas. ¿Dónde encontrarlas? En la gente cercana en quien uno confía y por quien apuesta con los ojos cerrados. En las propias capacidades, que no hay que negar, y bien usadas son talentos que Dios nos ha dado para construir Reino. Y, sobre todo, en ese Dios que, al final, sigue inspirando y susurrándonos una palabra de aliento y pasión.
Pastoral Jesuitas
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
4. El proceso de la vocación
Fragmento de una carta de Juan Pablo II dirigida a los jóvenes
Una vocación en la Iglesia, desde el punto de vista humano, comienza con un descubrimiento: encontrar la perla de gran valor. Vosotros habéis descubierto a Jesús:su persona, su mensaje, su llamada.
Después del inicial descubrimiento, sobreviene un diálogo en la oración, un diálogo entre Jesús y el que ha sido llamado, un diálogo que va mas allá de las palabras y se expresa en el amor.
Ciertas experiencias de entusiasmo religioso que a veces concede el Señor son únicamente gracias iniciales y pasajeras que tienen por objeto empujar hacia una decidida voluntad de conversión caminando con generosidad en fe, esperanza y amor.
La llamada del hombre está primero en Dios: en su mente y en la elección que Dios mismo realiza y que el hombre tiene que leer en su propio corazón. Al percibir con claridad esta vocación que viene de Dios, el hombre experimenta la sensación de su propia insuficiencia. Trata incluso de defenderse ante la responsabilidad de la llamada.
Y así, como sin querer, la llamada se convierte en el fruto de un diálogo interior con Dios y es, incluso, hasta a veces como el resultado de una batalla con Él.
Ante las reservas y dificultades que con la razón el hombre opone, Dios aporta el poder de su gracia. Y con el poder de esta gracia consigue el hombre la realización de su llamada.
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
5. No sólo entusiasmo
Jesús sabía muy bien que su misión no se podía apoyar sólo sobre aquellos arranques de entusiasmo. Su misión era más seria que para confiarla a los buenos deseos o a los más profundos sentimientos.
Seguir a Jesús ha sido siempre una tarea ardua, difícil y sacrificada, pues no se trata de una aventura cualquiera. Seguirlo supone renuncias radicales y entregas totales.
Se trata de dejarlo todo para ponerse en el camino en donde cualquier cosa se hace pesada, en donde el amor urge y la entrega a los demás se hace condición para seguir caminando…
Para la misión de Jesús es imposible detenerse a construir nidos que limitan los horizontes y obligan a recoger las velas…porque el corazón tiene que estar siempre libre y disponible para amar a todos los hombres y mujeres del mundo, sin echar raíces….
Sólo cuando se aprende a pensar con el corazón, las exigencias de Jesús se hacen comprensibles y lo que en un momento puede ser considerado como absurdo, de pronto aparece como la puerta que introduce a un mundo en donde se descubre el verdadero sentido de la existencia humana.
Enrique Sánchez González
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
6. EL LLAMADO ES MISTERIOSO
El llamado de Dios es siempre misterioso, hecho al corazón y a la inteligencia. Quien no lo siente, no lo escucha; quien no lo percibe, no lo oye.
Dios no da órdenes ni hace imposiciones; casi siempre en forma suave, propone y persuade, sugiere e inquieta, dispone los hechos y las cosas, y un buen día, algo que no sé de donde nace ni qué es, ni de donde viene ni por qué, actúa y duele dentro del pecho, enreda la cabeza y hace bien al corazón y nos dice que estamos orientados al servicio de Dios.
Es el misterio de la vocación. Sabemos que alguien nos llama, no oímos nada, pero sentimos que él nos quiere.
Si Dios nos ama, entonces él nos llama. De la misma manera que es inconcebible un Dios que no ame es inconcebible un Dios que no llame.
El llamado es misterioso como Dios. ¡Es activo, vital, perceptible, pero invisible a los ojos!
(Adaptación de un texto del P. Zezinho)
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
7. Abiertos al cambio
En la escuela de Cristo, así como los primeros discípulos, estamos siempre aprendiendo. No hay un camino prescrito para seguir con diligencia y graduarnos.
Nuestro aprendizaje no se dirige tanto a absorber un cuerpo de conocimientos, como a hacer de la nuestra una vida peculiar con base en el evangelio. Esto no se aprende en los libros, sino por la gracia… La vida de un discípulo es insegura porque se vive bajo el mandato de un maestro. Quienes se adhieren a un gurú terrenal, tienen una tarea más fácil que la de los cristianos, a pesar del rigor del régimen y la severidad de la obediencia total. Somos discípulos de un maestro invisible que no tiene voz, sino las voces de quienes nos rodean; que nos enseña por medio de las necesidades y acciones de otros. Si somos verdaderos discípulos de Jesús, tenemos que vivir como quines anhelan instrucciones: «Lo mismo que los ojos de los siervos miran a la mano de sus amos» (Sal. 123,2), esperando instrucciones sobre lo que se debe hacer.
Esta no es vida independiente con parámetros y propósitos autodefinidos, sino una vida vivida bajo el mandato de Otro invisible. Ser discípulo de Jesús indica una voluntad de por vida para ser formado y reformado sin certidumbre total sobre las vías por las cuales llegará esa formación.. Como resultado, el discipulado nos exige una cierta apertura de mente y corazón opuesta al individualismo
Michael Cas
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
8.LA MISIÓN EN LA VIDA
El que logra encontrar su misión en la vida tiene asegurado encontrar el SENTIDO a su vida. Descubrirá las aspiraciones de su alma y, por ese mismo hecho, su razón de existir. Tendrá la sensación de ser él mismo, de experimentar la unidad profunda de su ser y de llevar una vida auténtica. Finalmente, tendrá la satisfacción de ejercer un influjo bienhechor en su entorno.
Una existencia marcada por semejante sentimiento de plenitud contrasta con la sensación de vacío existencial que afecta a nuestros contemporáneos. Víctor Frankl llama a esa sensación «frustración existencial. Se trata del malestar de quienes no han dado un sentido a su vida. Y entonces reaccionan frente a ese vacío interior de diversas formas: unos declaran que la vida es absurda y piensan en el suicidio…, otros se empeñan en colmar el vacío con diversos sucedáneos: el alcoholismo, la droga, los juegos de azar, las actividades eróticas o la diversión febril. Otros, en fin, se refugian en el activismo, intentando escapar…Una existencia que se pone como objetivo escapar de la vida constituye, a fin de cuentas, una búsqueda de la muerte.
Se reconoce fácilmente a las personas que no viven de su misión. mariposean por todas parte; no distinguen lo esencial de lo accesorio, se dispersan en un activismo desenfrenado
Al contrario , la persona que haya descubierto su misión encontrará en ella razones para vivir y ser feliz sean cuales sean los obstáculos, dificultades o sufrimientos que también encontrará.
El descubrimiento de la vocación propia produce un efecto polarizante sobre el conjunto de la vida de una persona. Su misión se convierte para ella en sabiduría del alma, Ella le enseña a rechazar lo que podría distraerla de su proyecto de vida y explotar su energías y recursos para realizarlo.
(Jean Monbourquette)
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
9. CARA A CARA
¿Cuál será el primer reto del joven que quiere seguir a Jesús con radicalidad? No lo dudo enfrentarse con las olas de su vida joven. Con esas olas que trae y que necesita calmar, serenar para que la barca de su vocación pueda surcar el mar profundo e inmenso de la vida consigo mismo; tomarse en serio y poner las cartas sobre la mesa; … dejar la realidad de su vida al descubierto… Descubrir su propia realidad es un camino de seguridad para seguir a Jesús
Tomar conciencia de sus más y su menos es camino de saber tratarse, de entenderse, de seguir forjando su propia identidad. Cuesta el pasar de la superficialidad a la interioridad… El reto de Jesús o mi egoísmo se van a poner cara a cara, es un medirse en la medida que lleva dentro, en ese abismo sin fondo que es Dios, en ese mar sin fronteras que es su misericordia sin límites; pasar de la desconfianza a la confianza, pasar de mis seguridades al vértigo del abandono…
Y la lucha continuará: le seguirán llegando al mundo las seducciones de una vida regalada «los ajos del Egipto» que dejó atrás. Y entre Egipto, tierra de látigo y esclavitudes, y la tierra Prometida, la tierra de la Libertad, se alza el Gran Desierto: la tierra de la prueba, de la lucha, de forjar la nueva vida. Sí, en medio de esta pelea por el CAMBIO, vale la pena; todo es función de vivir «la nueva Vida» en Cristo. Una vida que alcanzada, se convertirá en vida abundante para otros. ¿Miedo a quién?
(Emilio L. Mazariegos)
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
10.A LA ESCUCHA COMO MARIA.
El evangelio registra sólo siete expresiones de la Virgen, siete veces en que María tomó la palabra. Dos veces con el Arcángel Gabriel (Lc. 1,34 y 38)…; dos veces con la prima Isabel , Lc.1,40 y 46, 55); dos veces con Jesús (Lc 2, 48 y Jn. 2,3)… y finalmente en las bodas de Caná. Sólo siete palabras. Y mucha escucha. Fue una joven » a la escucha». El Papa Pablo VI en la Marialis Cultus , llama a María , la Virgen que escucha (nº 17). Escucha al Arcángel Gabriel, escucha con fe el plan de Dios, escucha la respuesta a sus preguntas…escucha con fe y con fe acoge la palabra de Dios. Escucha a su prima Isabel, escucha lo que los pastores dicen del Niño. Escucha a Simeón,… escucha a Jesús adolescente cuando se pierde y José le encuentra en el templo… escucha las necesidades de los esposos de Caná… y escucha a su Hijo cuando muere en la cruz.
Así estuvo la Virgen: a la escucha. La Virgen a la escucha, escucha: escucha , acoge en su corazón, pone en práctica.
Y YO, ¿SÉ ESCUCHAR?
Hoy, ¡cuánto ruido, alboroto, charlatanería!; en público y en privado , en casa y en el colegio, en el trabajo, en la Tv, en la radio…
¿Entonces ? ¿alimentar también yo este «río de palabras»? ¿Subir el volumen? O mejor, sabio e inteligente, ¿asemejarme siquiera un poco a mi Madre, » la Virgen que escucha»
¿Hasta que punto me asemejo a María?
¿Estoy convencido que para construirme a mi mismo y realizar bien mi vida, no debo sólo ser «palabra», sino sobre todo «escucha».,
Sólo se puede escuchar la voz de Dios en el silencio interior
(Adaptación de un texto de Fiorino Triverio)
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
11. ¿Ser todo a la vez?, DECÍDETE
…el tiempo pasa, no se detiene. Y las decisiones van creciendo en importancia; especialmente porque comprometen el futuro: estudios, profesión, pareja, vivir como pienso y para ello pensar cómo vivir. Y van surgiendo los dilemas: de las letras no se vive; en música sólo triunfan tres; prepara una buena oposición; si no lo intento ahora, ¿cuándo?; tú acaba la carrera y después haces lo que quieras; sólo se vive una vez; no dejes pasar tu oportunidad; cuando tenga trabajo entonces…. Este sí que se va convirtiendo en un momento crítico, las decisiones que tomemos estarán destinadas a dejarnos tranquilos, a contentar a los que están a nuestro lado, o a dar salida a nuestras convicciones más profundas.
La tentación de este tiempo es querer salvarlo todo. Nos gustaría ser astronautas, funcionarios y rastas caribeños a la vez, nos gustaría que nuestros sueños de éxito, de seguridad y de “ir de alternativos” pudiesen sobrevivir todos juntos. Y sin embargo no es posible. Tan sencillo y tan complicado: no es posible. Así que decídete, no se puede ser todo. Prolongar estos tiempos de vocaciones-múltiples sólo sirve para retrasar lo inevitable e impedirnos vivir a fondo las verdaderas opciones.
Primero porque no se puede servir a dos señores. No optar, querer mantener todas las puertas abiertas, significa no profundizar en ninguna. Siempre habrá una excusa, santa y convincente, para no comprometerse del todo, para no asumir las consecuencias de los compromisos.
Segundo, porque si es cierto que elegir es cerrar opciones, también es cierto que optar significa abrirnos a un nuevo mundo de posibilidades. Nos da miedo perder, pero no podemos olvidar que cuando optamos delante de nosotros se abre un nuevo horizonte que nos espera. Pero que nos espera enteros, no divididos, escindidos.
Elegir, optar, no es sencillo pero o te anticipas, o te llevan. O tomas tú las decisiones (y asumes las consecuencias), o te dejas llevar por las situaciones, y aunque te quedará el consuelo de que siempre podrás echar la culpa a otros de lo que te pasa, no vivirás la experiencia profunda de ejercer la libertad.
Jose Ignacio García Jiménez s.j
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]12. Del discurso de Benedicto XVI a los jóvenes en Loreto (Italia), en septiembre 2007
...Lamentablemente, hoy, a menudo, una existencia plena y feliz está vista por muchos jóvenes como un sueño difícil, y a veces, irrealizable. Tantos de vuestros coetáneos miran al futuro con aprensión y se plantean no pocas interrogantes. Se preguntan preocupados: ¿Cómo insertarse en una sociedad marcada por numerosas y graves injusticias y sufrimientos?, ¿Cómo reaccionar al egoísmo y a la violencia que a veces parecen prevalecer?, ¿Cómo dar un sentido pleno a la vida? Con amor y convicción, os repito a vosotros, jóvenes aquí presentes, y a través de vosotros, a vuestros coetáneos en el mundo entero: No tengáis temor, Cristo puede colmar las aspiraciones más íntimas de vuestro corazón. ¿Hay, quizá, sueños irrealizables cuando el que los suscita y los cultiva en el corazón es el Espíritu de Dios?. ¿Hay algo que puede bloquear nuestro entusiasmo si estamos unidos a Cristo?. Nada ni nadie, diría al apóstol Pablo, podrá separarnos del amor de Dios, en Cristo Jesús, nuestro Señor. (Cf Rm 8, 35-39).
Dejen que esta tarde yo les repita: cada uno de vosotros si permanece unido a Cristo, podrá cumplir grandes cosas. Por ello, queridos amigos, no debéis tener miedo de soñar con los ojos abiertos grandes proyectos de bien, y no debéis dejaros desanimar por las dificultades. Cristo tiene confianza en vosotros y desea que podáis realizar cada uno de vuestros más nobles y altos sueños de autentica felicidad. Nada es imposible para quien confía en Dios y se confía a Él. Mirad a la joven María. El Ángel le prospectó algo verdaderamente inconcebible: participar en el modo más comprometedor posible en el más grandioso de los planes de Dios, la salvación de la humanidad. Frente a tal propuesta María quedó turbada, advirtiendo toda la pequeñez de su ser frente a la omnipotencia de Dios, y se preguntó, ¿cómo es posible, por qué a mi?. Dispuesta sin embargo a cumplir la voluntad divina pronunció prontamente su “sí”, que cambió su vida y la historia de la entera humanidad. Es gracias a su “sí” que nosotros nos encontramos aquí esta tarde…
Frente a tantos fracasos es frecuente esta pregunta: ¿soy yo mejor que mis amigos y que mis parientes que han intentado y han fallado?. ¿Por qué, yo, justo yo, debería lograrlo donde tantos se rinden?. Este humano temor puede bloquear también a los espíritus más valientes, pero en esta noche que nos espera, a los pies de su Casa Santa, María repetirá a cada uno de vosotros, queridos jóvenes amigos, las palabras que ella misma escuchó al Ángel dirigirle: No temas. No tengas miedo. El Espíritu Santo está con vosotros y no os abandona jamás. A quien confía en Dios nada es imposible. Esto vale para quien está destinado a la vida matrimonial, y más aún, para aquellos a quienes Dios propone una vida de total desprendimiento de los bienes de la tierra para estar a tiempo lleno dedicado a su Reino. Entre vosotros hay algunos que están encaminados hacia el sacerdocio, hacia la vida consagrada; algunos que aspiran ser misioneros, sabiendo cuantos y cuales riesgos corren. Pienso a los sacerdotes, a las religiosas caídos en las trincheras del amor al servicio del Evangelio… Queridos jóvenes, si el Señor os llama a vivir más íntimamente a su servicio, respondan generosamente. Estén seguros: la vida dedicada a Dios no se gasta nunca en vano.
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
13. La mirada de Jesús
Señor, me has mirado a los ojos, sonriendo has dicho mi nombre
Decía el Padre Hurtado «El que ha mirado profundamente una vez siquiera a los ojos de Jesús no lo olvidará jamás. Una de las grandes conquistas de la vida cristiana consiste en comprender que Cristo se fija en cada uno de nosotros en particular para hacernos conocer su voluntad precisa. Se detiene frente a mí, frente a mí solo, y pone sus manos divinas sobre mi cabeza. El gran momento de la gracia llega cuando me doy cuenta que los ojos de Cristo se fijan en mí, que su mano me llama a mí en particular, que yo, yo soy el motivo de su venida a la tierra y el término de sus deseos bien precisos. El me ha reconocido de entre la muchedumbre. No soy uno entre miles. No existe esa multitud. Hay Dios y yo, y nada más, ya que todo lo demás, mis prójimos inclusive, los he de ver en Dios. Conocer, pues, este llamamiento especial que Dios me dirige a mí en particular, ha de ser mi gran preocupación de toda la vida».
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
14. ¿Arriesgar o seguridad?
Hoy se valora tanto la seguridad… personal y colectiva. Todo tiene que ser fiable, ofrecer garantías… Lo mismo da si es lo que compro o lo que uso, que si hablo de las opciones que voy tomando. Tengo una tendencia irrefrenable a querer tener todas las respuestas antes de avanzar. “¿Qué pasará?” “¿Y si ocurre esto o lo otro?” “No vaya a ser que algo falle, o que me quede a la intemperie, o que algo se escape de los cálculos y las previsiones…”. Y, sin embargo, creo que es una necedad el pretender tenerlo todo atado y bien atado siempre. Hay momentos en que toca arriesgar, caminar sobre el alambre, adentrarse por caminos que no sabes a dónde conducen y salirse del guión
Mi propia historia me va enseñando que muchas veces ha sido el saltar al vacío, sin saber muy bien lo que me iba a encontrar, lo que me ha ayudado a crecer y a vivir con más plenitud. Si me dejase llevar por los miedos, nunca daría un paso. Siempre estaría esperando a tenerlo todo claro (¿y cuándo es eso?) Es sutil la diferencia entre temeridad y valentía, entre el riesgo lúcido y la insensatez… pero hay que intentarlo a veces. Muchas decisiones vitales tienen que jugarse en ese difícil equilibrio: lo que sueñas ser en la vida, los estudios que vas a hacer, las relaciones personales por las que apuestas, lo que uno está dispuesto a decir y a callar, los proyectos que hay que acometer, las realidades que estoy dispuesto a conocer… A menudo tengo que soltarme de las seguridades, y atreverme a intentar lo nuevo.
Nadie garantiza que todo me vaya a salir bien, que tras la osadía siempre venga un premio o que los intentos conduzcan infaliblemente al éxito. A veces meteré la pata (a menudo), y otras me daré un buen golpe. En ocasiones quedaré un poco expuesto, quizás vulnerable; y otras, al contrario, los riesgos traerán su dosis de acierto y resultados. Pero de todo se puede aprender. La clave no es tener muchas seguridades ni certezas, sino unas pocas, pero sólidas. ¿Dónde encontrarlas? En la gente cercana en quien uno confía y por quien apuesta con los ojos cerrados. En las propias capacidades, que no hay que negar, y bien usadas son talentos que Dios nos ha dado para construir Reino. Y, sobre todo, en ese Dios que, al final, sigue inspirando y susurrándonos una palabra de aliento y pasión.
Pastoral Jesuitas
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
15. LA CUESTIÓN ES ELEGIR BIEN
La cuestión sigue siendo cómo encontrar la vida, qué elegir, cómo elegir la vida. Y las ofertas que normalmente se hacen las conocemos: ir a la discoteca, conseguir todo lo posible, considerar la libertad como hacer todo lo que se quiera, todo lo que se ocurra en un momento determinado. Pero sabemos en cambio -y podemos mostrarlo– que éste es un camino de falsedad, porque al final no se encuentra la vida, sino realmente el abismo de la nada. Elige la vida. La misma lectura dice: Dios es tu vida, has elegido la vida y has hecho la elección: Dios. Esto me parece fundamental. Sólo así nuestro horizonte es lo suficientemente amplio y sólo así permanecemos en la fuente de la vida, que es más fuerte que la muerte, que todas las amenazas de la muerte. Así que la elección fundamental es ésta que se indica: elige a Dios. Es necesario entender que quien emprende el camino sin Dios al final se encuentra en la oscuridad, aunque pueda haber momentos en los que parezca que se ha hallado la vida.
Un paso más es cómo encontrar a Dios, como elegir a Dios. Aquí llegamos al Evangelio: Dios no es un desconocido, una hipótesis del primer inicio del cosmos. Dios tiene carne y hueso. Es uno de nosotros. Le conocemos con su rostro, con su nombre. Es Jesucristo, quien nos habla en el Evangelio. Es hombre y es Dios. Y siendo Dios, eligió al hombre para hacernos posible la elección de Dios. Así que es necesario entrar en el conocimiento y después en la amistad de Jesús para caminar con Él…
Hay también un tercer paso. Esta amistad con Jesús no es una amistad con una persona irreal, con alguien que pertenece al pasado o que está lejos de los hombres, a la diestra de Dios. Él está presente en su cuerpo, que sigue siendo un cuerpo de carne y hueso: es la Iglesia, la comunión de la Iglesia. Debemos construir y hacer comunidades más accesibles que reflejen la gran comunidad de la Iglesia vital. Es un todo: la experiencia vital de la comunidad, con todas las debilidades humanas, pero sin embargo real, con un camino claro y una vida sacramental sólida en la que podemos tocar también lo que puede parecernos tan lejano, la presencia del Señor.
(Benedicto XVI)
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
16. Elegir Hoy
Cuando andamos con el deseo de que las cosas de Dios sean algo importante en nuestra vida, la pregunta surge inevitablemente: ¿Qué querrá Dios de mí? ¿Cuál es mi vocación? ¿Qué vida me hará feliz?
Y esto pasa cuando alguna vez nos planteamos qué hacer en la vida, pero también cuando ésta nos lleva a encrucijadas en las que toca elegir.
Pensar que Dios tiene un sueño para mí es algo que a la vez ilusiona y asusta. El miedo surge al pensar que yo tengo mis planes, y puede que éstos y los suyos no vayan de la mano. Y la ilusión viene porque si Dios tiene un sueño para mí sólo puede ser un sueño de felicidad, y es que cuando hemos sentido a Dios cerca en nuestras vidas la felicidad que lo acompaña es de una hondura que nos sobrecoge.
El reto es cómo ir descubriendo, discerniendo a qué soy llamado. La faena es que para esto no hay recetas, pues Dios no acostumbra a mandarnos un sms ni ángeles mensajeros. Pero es un camino que tú y Él recorréis juntos, en el que si te fías sabes que todo irá bien.
Podemos irnos de retiro al Tibet, apuntarnos a yoga o leernos libros enormes de espiritualidad para tratar de averiguar por dónde nos llama el Señor. Pero también podemos mirar nuestra vida con otros ojos, con una sensibilidad nueva que atraviese la superficialidad en la que se nos empuja a vivir. Y así, en nuestros encuentros cotidianos, en nuestros enfados y alegrías, en la injusticia que palpamos, en la rutina de nuestro trabajo o en nuestros éxitos y frustraciones iremos descubriendo una Presencia callada que nos llama, que nos invita a salir de nosotros mismos, a darnos, a anunciar que el Señor está vivo porque la muerte no tiene la última palabra, y que tiene algo que decirnos
Para mirar de esa manera tenemos que aprender de los ojos de Jesús. Esos ratos de silencio, solos tú y Él, durante los que la relación, casi sin darnos cuenta, va creciendo y el cariño fluye. En los que pasaremos momentos de muchas emociones, cuando toda nuestra persona vibra; y otros muy secos, que nos cuestionan, nos aburren y en los que nos jugamos la fidelidad de la amistad. Además, tenemos la suerte de andar este camino en comunidad, con otros hermanos y hermanas, que nos ayudan a que los miedos no nos venzan, en los que vemos testigos del paso del Señor y que nos animan a seguir buscando y encontrando la voluntad de Dios
Javi Montes, S
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
17. Agua y sed. Vivir queriendo más
Por Carlos del Valle, sj
Todo el mundo sabe qué es la sed. Más de una vez la hemos tenido y no tenerla significa estar muerto. Esta necesidad que nos acomuna a todos, que nos iguala a todos, sirve para tocar otra realidad más honda y que nos puede golpear también a todos, la de una sed que no se apaga, la de la insatisfacción.
La insatisfacción es una cosa un poco pegajosa. Como la toques ya no te la despegas de los dedos. La insatisfacción es escurridiza. A veces ni siquiera sabemos por qué estamos insatisfechos, pero el hecho es que lo estamos, como si tuviéramos un agujero dentro, un boquete en el alma por el que se nos escapa lo bueno, lo valioso, lo bello, que no nos deja estar contentos con nada, que nos obliga a aceptar cualquier propuesta de plan (atiborrando nuestras agendas hasta el agobio o la mentira), de conversación (contestando sin parar al móvil mientras paseamos con otra persona), de entorno (porque nos creemos imprescindibles en siete sitios a la vez), incluso de persona en quien confiar (porque, a pesar de todo, no nos entregamos a nadie por entero)…
La insatisfacción también es ambigua. Hay quien, padeciéndola, la confunde con la ilusión de estar constantemente estimulado y productivo, siempre a tono, sacando el máximo de cada situación, exprimiendo todo a tope, mientras que en realidad se trata de una forma disimulada de ansiedad y de engaño del mercado. La insatisfacción no produce nada y lo quiere todo. Y mientras más y más aprisa cambiamos, acumulamos y tapamos, mientras “más” queremos, “más” insatisfechos estamos.
Una samaritana sedienta se encontró una vez con Jesús junto a un pozo. La ayudó a hacer verdad en su vida, desenmascarando su insatisfacción (muchos maridos, ningún marido, muchos amores, ningún amor) y ella acabó arrumbando el cántaro en el suelo. “Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba” (Jn 7, 37).
La voz de Jesús sigue resonando desde entonces en la historia, en nuestra historia. No deja indiferente a ningún insatisfecho, a ninguno de los que “quieren más y más”, desencadenando en cada uno la lucha entre la adhesión y el rechazo, la fe y la incredulidad, el amor y la indignación, la acogida y la violencia, entre beber y vivir o morir reseco
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
18. LAZOS, LA LIBERTAD SE ENTREGA
Hay quien dice que hoy las relaciones no duran porque valoramos mucho nuestra libertad y, en consecuencia, nos cuesta atarnos o comprometernos con otros…
Pero yo me río de esa libertad sin lazo, de esa independencia sin esfuerzo, de la autonomía que olvida al otro. Los llamamos de muchas formas, pero los vínculos importantes no son cadenas, cuyo candado, una vez echado, no se puede quitar aunque uno quisiera. Tampoco son jaulas compartidas (en familia, con parejas, con amigos o en el trabajo), ni ataduras que oprimen e imposibilitan la realización personal.
Son lazos, que aunque uno podría desatar al tirar de un extremo del cordel, no lo hace, porque le importan. Y se llaman de muchas formas: amor, amistad, apoyo, dependencia, cuidado, servicio, necesidad, proyecto, confianza, solidaridad, escucha o palabra…
En realidad mi vida se teje así, como una delicada red de muchos vínculos, que a veces se espesan, y otras se adelgazan, pero que configuran quién soy. Y si no hay lazos, no hay nada.
Dedico algún tiempo de mi semana a poner nombre a los vínculos que me unen con mis gentes… ¿Dónde hay amor, y cómo es? ¿Dónde hay amistad? ¿Con quién? ¿A quién necesito, y quién me necesita? |
No sé; tal vez suene radical, pero sospecho que desde el momento que adquiero alguna responsabilidad con otros, dejo de ser libre, al menos en el sentido más absoluto del término. No puedo hacer lo que me dé la gana en cada momento, pues estoy comprometido con algo o con alguien. No puedo vivir únicamente desde “me apetece” o “me pesa”… La libertad esa, que se ve agobiada o restringida cuando uno se siente exigido, es bastante vacía.
No pierdo mi libertad cuando me implico y me complico con las cosas y las gentes. Porque la libertad está para ir dándola un poquito. La libertad se va entregando y compartiendo en pequeñas elecciones. La libertad tiene que saber elegir. Y así, uno se construye y se ata, se define y se da…
¿Qué estoy haciendo yo con mi libertad? ¿A través de qué compromisos, opciones, personas,relaciones, se va definiendo? ¿Es la mía una libertad entregada? ¿A quién o a qué? ¿Merece la pena? |
Pastoral Jesuítas
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
19. POR QUÉ ES HERMOSO SER JOVEN
Me pregunto -he reflexionado-: ¿por qué es hermoso ser joven? ¿Por qué el sueño de la juventud perenne? Me parece que son dos los elementos determinantes. La juventud tiene todavía el futuro por delante; todo es futuro, tiempo de esperanza. El futuro está lleno de promesas.
Para ser sinceros, debemos decir que para muchos el futuro también se presenta oscuro, sembrado de amenazas. Hay incertidumbre: ¿encontraré un puesto de trabajo?, ¿encontraré una vivienda?, ¿encontraré el amor?, ¿cuál será mi verdadero futuro?
Y ante estas amenazas, el futuro también puede presentarse como un gran vacío. Por eso, hoy muchos quieren detener el tiempo, por miedo a un futuro en el vacío. Quieren aprovechar al máximo inmediatamente todas las bellezas de la vida. Y así el aceite en la lámpara se consuma cuando la vida debería comenzar. Por eso es importante elegir las verdaderas promesas, que abren al futuro, incluso con renuncias. Quien ha elegido a Dios, incluso en la vejez tiene ante sí un futuro sin fin y sin amenazas.
Por tanto, es importante escoger bien, no arruinar el futuro. Y la primera opción fundamental debe ser Dios, Dios revelado en su Hijo Jesucristo. A la luz de esta opción, que nos ofrece al mismo tiempo una compañía para el camino, una compañía fiable, que no nos abandona nunca, se encuentran los criterios para las demás opciones necesarias. Ser joven implica ser bueno y generoso. Y la bondad en persona es Jesucristo, el Jesús que conocéis o que busca vuestro corazón. Él es el Amigo que no traiciona nunca, fiel hasta la entrega de su vida en la cruz. Rendíos a su amor.
Benedicto XVI
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
20. NO TE RINDAS
Sigue echando las redes. En lugar de estar esperando. En lugar de vivir a medias. En lugar de ceder al desánimo. Porque tienes sueños, deseos, inquietudes. Porque crees en quien te invita a intentarlo. Echa las redes para ver si con la pesca se pueden alimentar las ilusiones y los días. Toma iniciativas. Acomete proyectos. Comparte ideales. Abraza y déjate abrazar. ¡¡¡Echa las redes!!!
- Aunque me sienta incapaz.
«Vio dos barcas que estaban a la orilla del lago; los pescadores habían bajado de ellas y estaban lavando las redes
A veces miro al mundo y me siento así. No solucionamos los problemas y se multiplican los dramas, con vientres hinchados o con ojos tristes, con heridas físicas y esas otras que no se ven…
Me miro a mí y me descubro indiferente a ratos, insensible en otros… Y amo a trompicones. Y se me ocurre que tu evangelio no termina de envolverme. Y me aturde la sensación de fallarte. Señor, ¿dónde estás?
¿Me vence a veces el desánimo, el cansancio, la rendición? ¿Me puede a veces la falta de resultados, la sensación de fracaso?
- Tú Que parezca posible.
«Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Guía mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca.” Simón le contestó: “Hemos pasado toda la noche sin pescar nada; pero, ya que tú lo dices, echaré la red.”»
Porque siempre vuelves. También cuando más desmoralizado estoy, o quizás entonces especialmente. Y no me dejas refugiarme en la rendición.
Me sigues llamando. Por mi nombre, conociendo cómo soy. Me susurras: “Echa las redes”.
Redes donde puedan agarrarse quienes no tienen otro apoyo. Redes de encuentro y de cariño, de acogida y aliento. Redes hechas de brazos entrelazados y el verbo amar conjugado en todas las lenguas y tiempos.
Señor, aquí estás.
¿Cuáles pueden ser las redes que estoy llamado a echar? ¿A qué me invita Dios en mi vida?
- Entonces es posible
«Al momento la red se puso tensa y se rompía por la abundancia de peces.»
Y vuelve la alegría. Porque así son tus cosas, Señor.
Que lo que somos florece cuando Tú lo tocas. Que las redes somos nosotros mismos… soy yo.
Y nací para vivirte, y por eso cuando te vivo florezco, cuando te sigo camino más ligero, cuando te oigo vibro y cuando te veo me invade la dicha, cuando te comprendo un poco me siento más hermano, más amigo, más humano con tantos otros…
Señor Jesús, caminante de pasos y proyectos eternos, Gracias.
¿Cuáles son para mí las fuentes de la alegría?
pastoralsj.org
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
21. LA VOCACIÓN DEL HERMANO GABRIEL
La vida del Hno. Gabriel y especialmente su proceso vocacional nos dan algunas pistas sobe como llevar adelante un proceso de discernimiento..
Las experiencias apostólicas, la superación de las dificultades, la vida de oración que llevaba le ayudaron fortalecieron para decidirse por la vocación de Hermano.
De su autobiografía veamos algunos textos.
Asistí a algunas clases de latín con objeto de hacerme sacerdote. Ningún obstáculo se había interpuesto y no era previsible que se presentara, para que no fuera admitido a esa dignidad sublime, pero la Providencia divina tenía sobre mí otros planes. La lectura de los santos me había comunicado una fuerte inclinación por la vida religiosa. El estado religioso me parecía el más santo. Pero quise tomarme un tiempo examinar mi vocación. Cuando estaba en el quinto curso y con gran disgusto de mis padres, abandoné los estudios de latín. Dios tenía para mí otros designios.
«Mi vocación se decidió durante una misión que se realizó en Saint Claude. Las misiones son un gran medio de salvación para los hombres. Mis padres se opusieron al principio con tenacidad a que yo me hiciera religioso. Me querían tener con ellos y conservaban todavía la esperanza de que reanudara los estudios con vistas al sacerdocio. Ante la decisión de entregarme a la vida religiosa, no pudieron detenerme ni las lágrimas de mis padres y amigos m ni las perspectivas de futuro que tenía el mundo. Después de despedirme de todos, me dirigí a Saint Claude, y fue allí donde Dios quiso manifestarme que me llamaba a echar los cimientos del Instituto de la Sagrada Familia».
«Durante lo inicios de la fundación, mis cinco compañeros aunque en el fondo eran gente buena, se desanimaron como consecuencia de algunas consideraciones de poco peso y me dejaron. Padecí esta humillante prueba, que era la primera, con una gran resignación, diciendo: Si esta obra es solamente tuya, es una obra que ha nacido muerta; pero si es la obra de Dios, él sabrá sostenerla frente a todos y contra todos. Me acerqué al Santo Obispo de Belley. En cuanto pude abrir mi corazón al santo Obispo: Mons. Devie, sobre mi vocación y la asociación que quería fundar, él Venerablee prelado me predijo que me esperaban otras aún mayores.»
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
22. EL COMPROMISO BLANDO
La postmodernidad, , parece identificarse con Narciso, quien, enamorado de sí mismo, carece de ojos para ver el mundo exterior, gira en torno a sí mismo buscando su satisfacción y, en el mejor de los casos, su realización personal.
Nacido y crecido en la sociedad del bienestar, sin padecer las privaciones de sus antecesores ni tener grandes cosas por las que luchar, el ciudadano actual procura disfrutar del presente y evita complicarse la vida con ataduras y compromisos. Su gran sueño del sábado por la tarde: pasearse con un carrito por un gran centro comercial y experimentar el placer del consumo por el consumo.
Narciso, como dice Gilles Lipotvesky, está demasiado absorto en sí mismo como para darse cuenta que existen los otros, renuncia a las militancias religiosas, abandona las grandes ortodoxias, sus adhesiones siguen la moda y, por ello, son fluctuantes, sin mayor motivación.
Este hombre no es ni el decadente pesimista ni el trabajador oprimido, se parece más bien al telespectador probando por curiosidad uno tras otro los programas de la noche, al consumidor llenando el maletero de su último modelo, al turista que está de vacaciones y vacila entre irse unos días en las playas mallorquinas o de camping de Córcega. ¡He aquí el gran dilema!
Nada se puede construir sin compromiso. Ni la familia, ni el partido, ni la nación, ni el futuro. Nada. Lo que ahora disfrutamos es el fruto del compromiso de otros. Deberíamos tenerlo siempre presente, porque cada eslabón de la historia va precedido de sangre, sudor y lágrimas. Deber, responsabilidad, fidelidad, virtud: he aquí una constelación de categorías por reinventar.
Más claro imposible. Contra el compromiso blando, el compromiso serio. Nos jugamos mucho en ello. Recordarlo no está de más: El compromiso (Francesc Torralba)
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
23. Discurso del Papa a un grupo de jóvenes españoles que recogieron en Roma la Cruz de la JMJ (6-4-09)
Os animo, por tanto, a descubrir en la Cruz la medida infinita del amor de Cristo, y poder decir así, como san Pablo: «vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí» (Ga 2,20). Sí, queridos jóvenes, Cristo se ha entregado por cada uno de vosotros y os ama de modo único y personal. Responded vosotros al amor de Cristo ofreciéndole vuestra vida con amor. De este modo, la preparación de la Jornada Mundial de la Juventud, cuyos trabajos habéis comenzado con mucha ilusión y entrega, serán recompensados con el fruto que pretenden estas Jornadas: renovar y fortalecer la experiencia del encuentro con Cristo muerto y resucitado por nosotros.
Id tras las huellas de Cristo. Él es vuestra meta, vuestro camino y también vuestro premio. En el lema que he escogido para la Jornada de Madrid, el apóstol Pablo invita a caminar, «arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (Col 2,7). La vida es un camino, ciertamente. Pero no es un camino incierto y sin destino fijo, sino que conduce a Cristo, meta de la vida humana y de la historia. Por este camino llegaréis a encontraros con Aquel que, entregando su vida por amor, os abre las puertas de la vida eterna. Os invito, pues, a formaros en la fe que da sentido a vuestra vida y a fortalecer vuestras convicciones, para poder así permanecer firmes en las dificultades de cada día. Os exhorto, además, a que, en el camino hacia Cristo, sepáis atraer a vuestros jóvenes amigos, compañeros de estudio y de trabajo, para que también ellos lo conozcan y lo confiesen como Señor de sus vidas. Para ello, dejad que la fuerza de lo Alto que está dentro de vosotros, el Espíritu Santo, se manifieste con su inmenso atractivo. Los jóvenes de hoy necesitan descubrir la vida nueva que viene de Dios, saciarse de la verdad que tiene su fuente en Cristo muerto y resucitado y que la Iglesia ha recibido como un tesoro para todos los hombres.
Quien ama a Cristo, ama a la Iglesia con una misma pasión, pues ella nos permite vivir en una relación estrecha con el Señor. Por ello, cultivad las iniciativas que permitan a los jóvenes sentirse miembros de la Iglesia, en plena comunión con sus pastores y con el Sucesor de Pedro. Orad en común, abriendo las puertas de vuestras parroquias, asociaciones y movimientos para que todos puedan sentirse en la Iglesia como en su propia casa, en la que son amados con el mismo amor de Dios. Celebrad y vivid vuestra fe con inmensa alegría, que es el don del Espíritu. Así, vuestros corazones y los de vuestros amigos se prepararán para celebrar la gran fiesta que es la Jornada de la Juventud y todos experimentaremos una nueva epifanía de la juventud de la Iglesia
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]24. La alegría de dar lo que somos
Pienso que todos buscamos aquello que es bueno y que nos satisfaga; todo lo que hacemos va destinado a encontrar la felicidad, sin duda. Nadie desea el dolor para sí mismo sino que hace todo lo posible para luchar contra todo aquello que pueda impedir el regalo de la alegría.
Esa alegría sólo proviene de lo que te hace ser persona y de quien te reconoce, precisamente como ello. Nosotros, con nuestro nombre y apellidos, con todo lo que cada uno ha vivido y por supuesto con aquello que somos y queremos ser. Esto nos lleva a la felicidad, porque no es tanto el tener… sino el ser, es decir, lo que nos hace ser lo que somos no nos lo da nada material sino todo lo contrario. En la vida, sólo el amor hace que te sientas fuerte para emprender cualquier cosa o proyecto. Puede ser de mucho tipos, y todos tenemos la experiencia de sentirnos queridos, apoyados, animados, escuchados. Personalmente, después de estar rodeada de miles de cosas, que a su vez no dejan de ser buenas, una descubre que lo importante está en lo más íntimo de nuestro ser, en nuestro corazón. El amor de Dios se hace presente y empuja, verdaderamente, a ser una misma y a descubrir que tenemos la capacidad de conseguir aquello que nos propongamos.
Hoy pensaba que, es cierto, que la vida aunque no sea tan sencilla, sí que nos muestra un camino para descubrir que tampoco es tan difícil como pensamos. Lo único que hemos de hacer por nuestra parte es asumir la propia responsabilidad. Sin esfuerzo no llegamos a ningún lugar, es el precio que hay que pagar pero que es una suerte a la vez, porque es el sacrificio el que nos enseña a luchar y valorarlo todo. “Si el grano de trigo no muere… no da fruto”, por ello, para dar fruto hemos de dar primero de lo que tenemos, esta es nuestra gran alegría.
Hna. Conchi García
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
25. MI LUGAR EN EL MUNDO
¿Cuál es mi sitio? ¿Qué tengo que hacer? ¿Hacia dónde encaminar los pasos?
Preguntas de joven, y al tiempo de adulto, pues siempre terminamos volviendo a mirar más arriba y más adentro, con inquietud, con interés y con deseo, queriendo saber: “¿Qué pinto yo aquí?”
¿Cuál es mi forma, única, diferente, exclusiva, de construir, de amar, de acariciar de una forma que nadie más puede repetir?
DESAJUSTES
No siempre lo tiene uno todo claro.
A veces solo sabes que tienes la sensación de que algo te falta. Otras veces, en cambio, parece que estás donde tienes que estar.
A veces sientes que estás dando los pasos adecuados. Otras veces piensas, “¿cuándo me aclararé?”.
A veces ni piensas.
Hay épocas en que sabes lo que quieres, y otras en que estás confuso. Hay épocas en que todo está integrado, y otras en que todo se desintegra.
Hay mañanas de pasión y tardes de apatía. Y, casi, casi, dan ganas de rezar con una mezcla de humor y enfado, y decirte, Señor, que ya nos has hecho complicados…
¿Cuáles son mis “desajustes”, tormentas, zozobras?
¿QUÉ HACER?
No sé si llamas de una manera muy estruendosa o si me invitas a ir descubriendo lo que quieres de mí poco a poco. Pero cuentas conmigo.
Anhelas que haga algo, que mi vida sea evangelio. Me sobrecoge un poco pensar que mi vida es importante, y sin embargo lo es. Cada día. Ahora mismo. Y mañana.
Tal vez seré palabra (tuya) para gente que necesita escucharla.
Tal vez seré ternura para alguien herido.
Tal vez seré cantor para apagar penas. O profeta para denunciar males. Tal vez aprenderé de ti el amor verdadero y lo viviré al forjar mil historias. ¿A qué me llamas?
¿A qué me siento llamado?
¿Dónde puedo intentar escuchar esa “voz” de Dios en mi vida?
PASTORAL JESUITAS
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
26. DEL PACTO A LA ALIANZA
…nos hemos ido convirtiendo más en cristianos del pacto que de la Alianza. Hacemos un pacto con Dios: «mira, yo te doy mi voto, voy a la Eucaristía, soy catequista, toco la guitarra, hago el camino de Santiago o voy a Taizé cada verano…, y tú te estás tranquilito, sin darme sobresaltos». Nos acostumbramos a Dios y hacemos nuestros planes al margen de Él, esperando que venga a rubricar nuestras opciones en el último momento. Dicho de otra manera, nosotros rellenamos todos los apartados del contrato y, una vez controlados todos los flecos, le presentamos el contrato de nuestra vida a Dios para que lo firme. Aquí empieza y acaba el protagonismo que le damos a Dios: Él es el big boss que nos protege y firma los cheques; el resto es cosa nuestra.
Pero vivir en clave vocacional es otro asunto. Para empezar, consiste en presentarle a Dios el contrato de nuestra vida, por nuestra parte casi en blanco. Un contrato que hemos recibido de Él y que lleva ya escritas algunas de sus cláusulas más importantes. Para, a partir de ahí, ir escribiendo con Él las concreciones e ir definiendo las opciones que nos acercan más a nuestra felicidad, vista esta no tanto con nuestros ojos, sino con los suyos, que son los definitivos. Y en ese contrato el apartado de la vocación consagrada es uno de los que aparecen primero: «te lo ofrezco antes que cualquier otra posibilidad; si tú quieres, no se hable más». Esa sería, a mi parecer, la actitud que deberíamos promover en nuestras comunidades si queremos recuperar la vitalidad apostólica y vocacional; actitud, por otro lado, que propone Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales.
De lo contrario, ¡con qué facilidad caemos en ese cristianismo pactista del «no hace falta»…!: «no hace falta ser sacerdote para poder animar una comunidad; no hace falta ser religioso para vivir la entrega a la misión con exclusividad; no hace falta consagrarse para poder vivir la vocación con radicalidad; no hace falta…». Pero ¿qué esconde esta postura? Una desconfianza de los carismas que el Espíritu ha ido suscitando en la Iglesia; una dejación de responsabilidad respecto de nuestra tradición y su continuidad; un falso idealismo que busca siempre la novedad como una huida hacia adelante; un falso espíritu de fundador que al final siempre queda en un grupito que no sobrevive a sí mismo; una ingenuidad simplona que piensa que los carismas se pueden vivir sin institución y que la institución, lejos de protegerlos, acaba siempre matándolos….
Marc Vilarassau Alsina, sj
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
27. “¡Joven, a ti te digo, levántate!”
El Evangelio no dice el nombre del muchacho que Jesús resucitó en Naín. Esto es una invitación al lector para que se identifique con él. Jesús te habla a ti, a mí, a cada uno de nosotros, y nos dice: «¡Levántate!». Sabemos bien que también nosotros cristianos caemos y nos debemos levantar continuamente. Sólo quien no camina no cae, pero tampoco avanza. Por eso es necesario acoger la ayuda de Cristo y hacer un acto de fe en Dios. El primer paso es aceptar levantarse. La nueva vida que Él nos dará será buena y digna de ser vivida, porque estará sostenida por Alguien que también nos acompañará en el futuro, sin dejarnos nunca, ayudándonos a gastar nuestra existencia de manera digna y fecunda.
Es realmente una nueva creación, un nuevo nacimiento. No es un condicionamiento psicológico. Probablemente, en los momentos de dificultad, muchos de vosotros habréis sentido repetir las palabras “mágicas” que hoy están de moda y deberían solucionarlo todo: “Debes creer en ti mismo”, “tienes que encontrar fuerza en tu interior”, “debes tomar conciencia de tu energía positiva”… Pero todas estas son simples palabras y para quien está verdaderamente “muerto por dentro” no funcionan. La palabra de Cristo es de otro espesor, es infinitamente superior. Es una palabra divina y creadora, que sola puede devolver la vida allí donde se había extinguido….
…Hoy a menudo hay “conexión” pero no comunicación. El uso de los dispositivos electrónicos, si no es equilibrado, puede hacernos permanecer pegados a una pantalla. Con este mensaje quisiera lanzar, junto a vosotros, los jóvenes, el desafío de un giro cultural, a partir de este “levántate” de Jesús. En una cultura que quiere a los jóvenes aislados y replegados en mundos virtuales, hagamos circular esta palabra de Jesús: “Levántate”. Es una invitación a abrirse a una realidad que va mucho más allá de lo virtual. Esto no significa despreciar la tecnología, sino utilizarla como un medio y no como un fin. “Levántate” significa también “sueña”, “arriesga”, “comprométete para cambiar el mundo”, enciende de nuevo tus deseos, contempla el cielo, las estrellas, el mundo a tu alrededor. “Levántate y sé lo que eres”. Gracias a este mensaje, muchos rostros apagados de jóvenes que están a nuestro alrededor se animarán y serán más hermosos que cualquier realidad virtual.
(Del Mensaje del papa Francisco en la 35ª Jornada Mundial de la Juventud (5 de abril de 2020)
[/vc_column_text][vc_column_text]
28. Encontrar tu sitio
Una de las tareas más dificultosas de la propia existencia es aprender a situarse ante la propia vida. Al fin y al cabo, esta no es una cuestión muy novedosa: se la llevan formulando un ingente número de personas a lo largo de la Historia.
Muchas veces nos sorprendemos a nosotros mismos preguntándonos si el sitio que ocupamos en nuestra vida es aquel que, años atrás, habíamos soñado o deseado. Nuestro espíritu está inquieto y no descansa, y una sutil lluvia de interrogantes parece envolverlo todo. Esto puede hacernos caer en un cruel desánimo, que nos hace perder el sentido de casi todas las cosas, y nos vamos conformando con frases hechas que terminamos por creernos. Sin embargo, lo más peligroso de esta situación es que olvidemos que llevamos un tesoro en las vasijas de barro que somos; y que la cuestión no es tanto saber dónde estamos sino cómo estamos. Es imposible saber qué tierra pisamos si antes no tenemos claro quiénes somos.
Situarse ante la vida no es nada fácil, pero el modo en que nos situemos ante Dios en nuestra vida dirá mucho de cómo afrontamos las realidades que nos confrontan. En un mundo en que una imagen vale más que mil palabras debemos acostumbrarnos a que no siempre nos fotografiarán por el perfil bueno, sabiendo que para Dios no existen los perfiles malos, sino las personas y el corazón que late en cada una de ellas desde antes de nacer.
Aun así, podemos empeñarnos una y otra vez en situarnos como a nosotros nos parezca, aunque ya se encargue la vida de devolvernos a nuestro justo lugar de criaturas, perdiendo un protagonismo que ni nos hace bien ni nos pertenece. Dejar atrás estos protagonismos nos libera, porque nos hace capaces de reconocer que estamos cansados, o que tenemos sed, sin importarnos ya las miradas displicentes de los demás. Es exactamente en el momento en que nos sentimos débiles cuando vamos ocupando el lugar preparado para nosotros; cuando nos damos cuenta de que prácticamente nada depende de nosotros. Ahí está nuestra casa, nuestro espacio, nuestro sitio.
Encontrar nuestro sitio, a fin de cuentas, no tiene mucho que ver con aquello que queremos, sino adónde somos llevados. Existe una pasividad misteriosa que a veces nos conduce adonde no queremos (Jn 21, 18), pero que extrañamente ejerce en nosotros una atracción sutil y pacífica en la que confiamos. Los caminos vocacionales no se eligen, ni tampoco se sueñan, sino que se van iluminando mientras que nosotros los vamos descubriendo.
Y una vez llegados a esta tierra sagrada que podemos decir ‘nuestra’ solo cabe arrodillarse y contemplar
Alberto Estévez[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
29. La vida no es un camino recto
Estoy segura de que alguna vez has escuchado la expresión del «sueño de Dios para cada uno». Honestamente, a mí siempre me ha costado un poco desgranar qué puede significar en mi vida, es decir, descubrir cuál es.
En el Evangelio se habla de personas que lo dejaron todo para seguir a Jesús. Y yo te pregunto: ¿Cuál es ese sueño por el que dejarías todo lo demás, todos los sucedáneos? ¿Cómo conocerlo? ¿Cuánto tiempo dedicas a descubrirlo? ¿El rato de la mañana, de la tarde, de la noche? ¿El rato que te sobra al final del día? Como ves, es una pregunta que entraña más preguntas.
A medida que he ido creciendo me he ido dando cuenta de que la respuesta siempre ha estado en mis anhelos y deseos más profundos. Y es que, la vida tiene diversas dimensiones que no son compartimentos estancos. A todas ellas las une una misma pregunta, que mueve a cada uno hacia delante. Esa pregunta cambia de persona a persona y reside en el fondo de nuestro ser. Algunos la conocen desde que son pequeños y otros tardan una vida entera en conocerla. Es una pregunta que es, al mismo tiempo, una invitación, un misterio que encierra más misterio y un salto al vacío. Ser valientes para descubrir cuál es esa pregunta y, a la vez, ir respondiéndola a lo largo de la vida es lo más temible y, a la vez, lo mejor que hay.
La mía empezó siendo «¿y tú, Señor, qué sueñas para mí?». Hoy ha cambiado, o más bien, he ido avanzando hacia la respuesta y han ido apareciendo otras que me rondan a día de hoy. Lo que no ha cambiado (ni deseo que cambie) es que es el Señor quien define mis deseos, mis dudas, mis miedos, mis búsquedas y todos mis cómos. Esa fue la respuesta a esa primera pregunta.
Un buen maestro no es el que te da todas las respuestas, sino el que te enseña a descubrirlas. Si no fuera así, nos perderíamos todo el camino: la incertidumbre y las dudas por supuesto, pero también, la esperanza, la confianza en que nos encontraremos y toda la alegría que conlleva saber que estás avanzando, igual no por un camino recto, pero sí por el tuyo. Cada giro, cada recoveco, me ha ido acercando más a Él.
Y yo, de nuevo, te pregunto: ¿De qué serviría que el camino fuera recto? ¿Qué aprenderíamos si no arriesgáramos, si no nos equivocáramos, si no empezásemos de nuevo?
Tengo claro que cometeré errores, me iré por el camino que no es y sólo me daré cuenta cuando no vea a Dios al final, aunque recorrerlo me haya llevado años. Si no le veo, no le siento, ahí no es. Al final, sólo espero haberle visto en cada giro del camino.
No se trata de hacer este camino a tontas y a locas. Se trata de ir diciendo síes pequeñitos en cada paso, sabiendo que, lo que creíamos que era una línea recta, era un renglón torcido que nos acabará llevando a lo que realmente deseábamos.
Ana Rueda Legorburo[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]
30. DIOS NO CAMBIA DE OPINIÓN
A veces pensamos en la vocación como algo provisional. Como algo que hoy es ‘A’ y mañana puede ser ‘B’. Pero, ¿no será que intentamos traer a Dios a nuestra situación, como el agua a nuestro molino?
Yo creo en que la vocación es para siempre. Dios no juega con nosotros. Cuando decimos «para siempre», en unos votos religiosos, o en el matrimonio, estamos apostando de verdad la vida a una intuición. La garantía no es mágica. Es, más bien, un compromiso. El compromiso de intentarlo, de celebrar y disfrutar cuando el tiempo acompañe, cuando el humor sea radiante y los motivos resplandezcan; pero también seguir adelante cuando haya brumas, cuando toques fondo, cuando el frío te envuelva. Cuando el corazón empuje en otra dirección.
Ningún «para siempre» se sustenta solo en el deseo. A veces deseas lo contrario de lo que un día prometiste. Pero somos mucho más fuertes que nuestro deseo. Somos también capaces de luchar por aquello en lo que creemos. Somos nuestras convicciones, nuestras promesas, nuestras alianzas. Ningún matrimonio duraría para siempre solo sostenido sobre los días fáciles. Y ninguna consagración religiosa puede durar exigiendo a Dios la convicción de los días buenos. Hay momentos en que olvidas los motivos. En que pierdes la firmeza. En que te muerde la nostalgia. En que piensas en los caminos no elegidos. Eso no es ser débil. Es ser humano.
Entonces, ¿por qué seguir, cuando no sientes la misma convicción de otros momentos? ¿Es puro voluntarismo? ¿Es miedo al cambio? ¿Es obcecación? ¡No! Seguimos porque creemos que Dios no juega con nosotros. Dios no nos quiere hoy de un modo y mañana de otros. Dios cree en nuestra pasión, en nuestra capacidad para elegir y luego pelear por aquello que hemos elegido. Dios nos ofrece un camino, y nos acompaña en ese camino. El amor, para ser historia, tiene que ser capaz de templarse en el calor y sostenerse en el frío. Y hay proyectos que salen de las crisis más fuertes, más serenos y más plenos a la vez.
Evidentemente Dios es Dios, y si nosotros cambiamos de opinión, si lo que un día creímos para siempre se nos escurre entre los dedos, si la vida se complica y no encontramos las fuerzas, si en un cierto momento entendemos que tenemos que cambiar de camino, si fracasa aquello por lo que un día quisimos luchar, si por los motivos que sean, elegimos cambiar y cambiamos… no nos dejará solos. Y seguirá saliendo a buscarnos, allá donde vayamos. Él, que es fiel a sus promesas.
José María Rodríguez Olaizola, sj
[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]