200 AÑOS DE MISIÓN

Salida 1824 Familia Sa-fa

Celebramos el 200 aniversario de la SALIDA del HERMANO GABRIEL de su pueblo natal, Belleydoux, para hacerse religioso y Fundador.
Podemos preguntarnos por qué Gabriel, a los 25 años de edad, salió de Belleydoux, su pueblo natal, cuando había encontrado en él una situación buena y satisfactoria. Era, desde hacía algunos años, el maestro de la escuela municipal y ayudaba en la parroquia en diversas actividades con gran entrega y dedicación. La gente en general lo estimaba y no tenía ningún conflicto importante que lo obligara a cambiar su posición en la vida.
Se puede decir que fue la vocación a la vida religiosa de Hermano lo que llevó a Gabriel a salir de Belleydoux.

Este hecho puede mostrarnos a los miembros de la familia Sa-Fa: Hermanos y Laicos algunas dimensiones fundamentales de nuestra vida cristiana. ¿Cómo puede iluminar hoy el Hno. Gabriel nuestra vida?

LA SALIDA DE GABRIEL de BELLEYDOUX

El momento decisivo para abandonar su pueblo natal y seguir su vocación se produjo en un tiempo de reflexión y entusiasmo, en un clima favorable para tomar decisiones importantes. Gabriel mismo nos dice: “Mi vocación a la vida religiosa se decidió en una época en la que la fe era mucho más viva que hoy. Ocurrió durante la célebre y memorable misión que se realizó en Saint-Claude en 1821, y en la que tuve la dicha de participar. Me hubiera gustado que hubiese durado toda la vida” (Autobiografía)
Detrás de la mísera situación de la iglesia de Belleydoux, medio destruida en tiempos de la Revolución y de la condición de abandono de los niños sin posibilidades de educación, sobre todo en pueblos y aldeas, Gabriel percibía la posibilidad de un proyecto concreto de misión destinado a dar nueva vida a la Iglesia y a la sociedad, y a él se dedicó con toda su alma en el pueblo y la parroquia de Belleydoux durante ocho años.
En 1824 llegó finalmente el momento de dar el paso de integrar concretamente los dos elementos contenidos en su vocación: la vida religiosa de Hermano con una misión educadora y de cuidado de las iglesias. Y empezó a tomar los medios para realizarlo. Lo que él ignoraba era por qué camino había de conducirle la divina Providencia. La conciencia de una llamada a la vida religiosa es lo que lo llevó primero a buscar y luego a fundar una congregación.

DESPEDIDAS
Hubo una triple despedida para Gabriel al salir de Belleydoux: de su familia, de su escuela y de su parroquia. Esos tres ámbitos constituían los núcleos principales del entorno en que había nacido y crecido, se había formado y había comenzado a ejercer su actividad religiosa y profesional.
El Hno. Federico lo sintetiza así: “En medio de la estima general y de los éxitos que conseguía, Gabriel no era feliz. ¿Estaba donde Dios quería? Creía que no. El pensamiento de llegar a ser religioso no le abandonaba; incluso se había convertido en una idea fija, en una convicción sólida. Se lo comunicó a sus padres, que, de nuevo, se opusieron”.
Familia: Nuestra familia es un núcleo vital, el principal, de nuestro desarrollo humano y cristiano. La familia marca y crea unos sólidos vínculos. Por eso nos resulta doloroso cuando en algún momento de la vida nos tenemos que separar de ella. El Hno. Gabriel muy pronto se desprendió de ella para llevar adelante su Proyecto de Vida. La familia de Gabriel en 1824 estaba formada por sus padres, Claudio José (66 años de edad) y María Josefa (69 años) y sus tres hermanos
Escuela: Gabriel había ejercido como maestro durante ocho años con el título que había conseguido en su segundo curso de docencia. Gabriel compaginaba su actividad docente con la ayuda al párroco en la catequesis y en las celebraciones litúrgicas. Salir de Belleydoux supuso para Gabriel abandonar la escuela que él había fundado y en la cual había encontrado un medio de vida y una expresión de su ideal de educador cristiano.
Parroquia: “Después de recibir la bendición de sus padres fue a postrarse delante del altar para pedir también la de Dios. Ahí se quedó mucho tiempo, derramando un torrente de lágrimas al recordar todas las gracias que había recibido en este lugar sagrado y las funciones que había desempeñado con tanta felicidad. Luego se dispuso a salir para donde Dios le llamaba”. (Hno. Amadeo) Desde el comienzo Gabriel se había integrado en la comunidad cristiana recibiendo los sacramentos de la iniciación cristiana y participando en la vida parroquial. Había asumido en su familia una tradición de colaboración activa, a veces comprometida en la época de la Revolución. Ahora había llegado el momento de dejar todas esas actividades a las que se había dedicado con tanto entusiasmo y fe. Se llevaba, sin embargo, un buen bagaje de experiencia educativa, catequética, litúrgica y misionera que lo acompañaría siempre y que sería el núcleo esencial de su proyecto.

EN SAINT CLAUDE
Gabriel salió de Belleydoux el 20 de junio de 1824. Quiso ir a esta ciudad (Saint Claude, a 18 kilómetros de su pueblo), de paso, para despedirse de algunos amigos, pero se quedó ahí un tiempo para ser asistente del Obispo Mons. De Chamón. Él interpreta este hecho así: “Después de despedirme de todos, me dirigí a Saint-Claude, donde el digno prelado Mons. Antonio Santiago de Chamon quería tenerme a su servicio. Y fue allí donde Dios, sin que yo me diera cuenta, quiso manifestarme que me llamaba a echar los cimientos del Instituto de la Sagrada Familia.” El camino que lo había llevado a Saint-Claude era corto, el camino interior que ahora de disponía a recorrer era más largo y complicado.
En su interior se iba forjando el proyecto de una institución, cuyos perfiles se iban definiendo. El primer borrador de su autobiografía empieza así: “Desde nuestra más tierna juventud comprendimos cuán útil y qué grandes servicios podía prestar una Sociedad religiosa de Hermanos que tuviese al mismo tiempo el objetivo de instruir a la juventud, el servicio de las iglesias y cantar las alabanzas de Dios…” Después de discernir, el Obispo le apoyó en sus propósitos: “Comience esta obra. Es Dios quien se la ha inspirado y Él le dará cuanto cree que le falta…”
“Animado con estas palabras y lleno de confianza en Dios, pusimos manos a la obra, con temblor lo confesamos; porque pensábamos en la responsabilidad que íbamos a tener delante de Dios y de los hombres… “
Su Proyecto se concretó con la ayuda de algunas amistades, comenzando a convocar a algunos jóvenes. Crearon una escuela en esta ciudad, servía en la catedral y logró que algunos jóvenes tomaran el hábito como Hermanos en Les Bouchoux. Fue un día muy alegre e importante para él. Desde entonces él se consideró siempre un religioso. “Pero puedo afirmar que había prometido sinceramente el día de mi toma de hábito entregarme al Señor para siempre, y nada pudo desviarme de ese estado predilecto: antes hubiera preferido perder la vida. Dios por su parte, en su infinita bondad, me ha mantenido en él hasta este momento, y en él moriré por gracia suya”.
Él Hno. Gabriel aprovechó este tiempo para redactar una Regla comunitaria para una posible comunidad que llamó: Hermanos de San José. En los 32 artículos de los Estatutos del Hermano Gabriel, aunque de forma sencilla, están recogidos los aspectos esenciales de la vida religiosa de una congregación: su carácter laical, la consagración mediante los votos, la vida comunitaria, la misión, la formación de sus miembros y la organización. Comprende también algunos consejos para la vida espiritual. El Hno. Enzo afirma: “Estos estatutos han de considerarse como la base, no sólo de los Hermanos de San José de Saint-Claude, sino también de los futuros Hermanos Sagrada Familia de Belley”.
Como sabemos, solo en Belmont algunos años más tarde, el Hermano Gabriel llegaría a dar el nombre de la Sagrada Familia a la Congregación y a la intuición fundamental de su espiritualidad: construir la comunidad mirando a la Sagrada Familia de Nazaret en referencia a la Santísima Trinidad

FRACASO:
La alegría para su proyecto no duró mucho; el exceso de trabajo, las penurias económicas y el abandono de los jóvenes, entre otras causas, le dejaron sólo con su proyecto. ¿Cómo vivió personalmente el Hermano Gabriel este fracaso?
Él mismo ofrece brevemente su propia vivencia en estos términos: “Padecí esta humillante prueba, que era la primera, con una gran resignación, diciéndome: si esta obra es solamente tuya, es una obra que ha nacido muerta; pero si es la obra de Dios, él sabrá sostenerla frente a todos y contra todos”.
El Hermano Federico escribe: “Este abandono no le impidió continuar su obra. ¡Qué gran decepción para él! ¡Cuánto tuvo que sufrir! Pocos meses antes, en Les Bouchoux, había experimentado algo semejante a la alegría del Tabor; ahora, como a los discípulos que habían presenciado la transfiguración, el Señor le habla de la cruz y le hace participar un poco de su cáliz. En Les Bouchoux tenía discípulos que parecían animosos, pero, como el divino Maestro en el huerto de los olivos, él también se quedó solo. Esta obra tenía que pasar por el crisol del sacrificio y comenzaba a experimentarlo. En esta tremenda prueba no le faltaron ni la resignación ni el valor. Se sintió triste y humillado, pero no abatido. Conservó la misma fortaleza de alma, el mismo valor indomable de que había dado prueba poco antes. Analizó sus intenciones, al tiempo que examinaba su conciencia; oyó de nuevo la llamada de Dios y, después de reconocerse ante Él indigno de fundar una Congregación religiosa, a causa de sus escasos talentos y virtudes, se dijo a sí mismo estas sencillas palabras: «Si esta obra es sólo mía, nacerá muerta; pero si es obra de Dios, El sabrá sostenerla y hacerla prosperar». (Vida, cap. VIII)

BUSCANDO UN SIGNIFICADO PARA NOSOTROS HOY

 Salir
La salida de Gabriel de Belleydoux puede evocar para nosotros las salidas bíblicas. La de Abrahán (“Sal de tu tierra nativa” Gn 12,1), la del pueblo de Israel cuando salió de Egipto para ir a la tierra prometida, la de los profetas y los apóstoles, llamados a cumplir una misión. Paro también la salida de Jesús cuando dejó Nazaret: “Dejo Nazaret y se estableció en Cafarnaúm, junto al lago” (Mt 4, 13), reflejo de aquella otra salida que encuadra el arco entero de su vida y da sentido a todas las otras: “Salí del Padre y vine al mundo ahora dejo el mundo y me vuelvo con el Padre” (Jn 16, 28).
Nosotros hoy estamos llamados a vivir en una Iglesia “en salida”. Una Iglesia que se mueve, que hace opción por los últimos, que va a la periferia, que sale de sí misma, que es inclusiva, que no vive para sí misma, “enteramente misionera” (EG 34). Son algunas expresiones del papa Francisco para explicar esa terminología. Quizá la expresión más significativa sea esta: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo: los estilos, los horarios, el lenguaje, una constante actitud de salida” (EG 26.27).

REFLEXIÓN: ¿Cómo en tu comunidad, en tu FN se puede concretar este aspecto de salir e ir al encuentro de los demás, de los pobres, es decir no encerrarse en el pequeño grupo, familia, intereses propios?

 Compartir el don recibido
Compartir los propios proyectos es quizá la mejor forma de salir, de vivir el encuentro con los demás. Es lo que hizo el Hermano Gabriel cuando salió de su pueblo. Es cierto que dejó atrás muchas cosas, pero se llevó lo mejor de su experiencia, las intuiciones que formaban el núcleo del carisma que había recibido de Dios en esa misma experiencia. Pero para poder compartir un proyecto lo primero es contar con compañeros de camino, con otras personas que acepten compartirlo. Es lo que hizo el Hermano Gabriel contactando algunos jóvenes conocidos. Sin ese primer paso todo lo demás queda en teoría o en buenos deseos
Podemos ver en estos hechos una fuerte invitación a aceptar o buscar el encuentro con otras personas para comunicar a otros el don que hemos recibido, lo bueno que llevamos dentro y que puede multiplicarse, quizá no en un primer momento, pero si es auténtico, seguramente la Providencia, como en el caso del Hermano Gabriel, encontrará el camino para que un día florezca y dé sus frutos.

REFLEXIÓN: ¿Es tu comunidad, tu F.N., tu familia… un lugar donde se comparte la fe, lo que se lleva dentro o solo se comparte lo externo: actividades, programaciones, tiempos comunes…? Con sinceridad, ¿qué aportas a la comunidad cristiana/religiosa a la que perteneces, además de tu presencia?

 Fidelidad a pesar del fracaso
En estos últimos tiempos se emplea bastante la palabra “resiliencia” al hablar de la capacidad de las personas para superar situaciones adversas, saliendo fortalecidas de ellas, es decir, saber afrontar la adversidad de forma constructiva. Ese término traduce bien la experiencia que vivió el Hermano Gabriel ante su primer fracaso.
Para reaccionar positivamente ante el fracaso o la situación adversa hace falta no solo entrar en un período de reflexión, sino buscar la fuerza interior en motivaciones auténticas para volver a empezar, como lo hizo el Hermano Gabriel. Para él estaba claro que, poniendo la confianza en Dios, su proyecto podía tener un futuro y por tanto mantener la esperanza. Pero al mismo tiempo, como él lo vivió, se trataba también de una apuesta y de un acto de fe que sometía a juicio la autenticidad y el valor de su proyecto “si es obra de Dios”, si Él interviene, saldrá adelante.
Este episodio mide la grandeza de alma del Hermano Gabriel y puede estimularnos a ser fieles ante la adversidad y el fracaso, no para imponer necesariamente un resultado positivo, sino para mantener las opciones fundamentales en las que creemos, contando siempre con la ayuda de Dios y de los demás.

REFLEXIÓN: ¿Cómo afrontas las dificultades de llevar adelante tu Proyecto de vida comunitaria, de Fraternidad, familiar, profesional? ¿paciencia? ¿fortaleza con fe?,¿rendición?, ¿desconfianza de Dios?, ¿malhumor?.. .? ¿Ayudas, animas a los demás en la situaciones de fracaso, de debilidad, de desánimo?, ¿Las dificultades de la vida fortalecen tu fe y esperanza en Dios?

 El camino de la espiritualidad
El camino de la espiritualidad es discreto y suave, pero penetrante y profundo. Se va abriendo camino poco a poco hasta ocupar un lugar central y unificador. Es la impresión que se tiene contemplando los primeros pasos de la fundación del Instituto.
Para que se dé una revitalización del Instituto en nuestros días, la espiritualidad, en cuanto experiencia de Dios vivida personal y comunitariamente de modo concreto, tiene que encontrar su lugar central y dinamizador de todo el proceso. Quizá se necesite un tiempo para comprenderlo y actuarlo, pero si no se llega a ese punto muchos esfuerzos de organización y cambio de estructuras corren el riesgo de resultar estériles.

REFLEXIÓN: ¿Ocupa en tu vida un lugar central la espiritualidad que nace de la contemplación profunda y oración, de los sacramentos, de la Sagrada Familia y el Fundador? En la práctica, ¿cómo vives el lema-resumen de nuestra espiritualidad: En la oración el trabajo y el amor: la paz? ¿Cómo se nota en tu hogar, en tu FN, en tu comunidad, en tu trabajo? ¿Qué dificultades encuentras para expresar y vivir la espiritualidad nazarena?