- LAZOS, LA LIBERTAD SE ENTREGA
Hay quien dice que hoy las relaciones no duran porque valoramos mucho nuestra libertad y, en consecuencia, nos cuesta atarnos o comprometernos con otros…
Pero yo me río de esa libertad sin lazo, de esa independencia sin esfuerzo, de la autonomía que olvida al otro. Los llamamos de muchas formas, pero los vínculos importantes no son cadenas, cuyo candado, una vez echado, no se puede quitar aunque uno quisiera. Tampoco son jaulas compartidas (en familia, con parejas, con amigos o en el trabajo), ni ataduras que oprimen e imposibilitan la realización personal.
Son lazos, que aunque uno podría desatar al tirar de un extremo del cordel, no lo hace, porque le importan. Y se llaman de muchas formas: amor, amistad, apoyo, dependencia, cuidado, servicio, necesidad, proyecto, confianza, solidaridad, escucha o palabra…
En realidad mi vida se teje así, como una delicada red de muchos vínculos, que a veces se espesan, y otras se adelgazan, pero que configuran quién soy. Y si no hay lazos, no hay nada.
Dedico algún tiempo de mi semana a poner nombre a los vínculos que me unen con mis gentes…
¿Dónde hay amor, y cómo es?
¿Dónde hay amistad? ¿Con quién?
¿A quién necesito, y quién me necesita? |
No sé; tal vez suene radical, pero sospecho que desde el momento que adquiero alguna responsabilidad con otros, dejo de ser libre, al menos en el sentido más absoluto del término. No puedo hacer lo que me dé la gana en cada momento, pues estoy comprometido con algo o con alguien. No puedo vivir únicamente desde “me apetece” o “me pesa”… La libertad esa, que se ve agobiada o restringida cuando uno se siente exigido, es bastante vacía.
No pierdo mi libertad cuando me implico y me complico con las cosas y las gentes. Porque la libertad está para ir dándola un poquito. La libertad se va entregando y compartiendo en pequeñas elecciones. La libertad tiene que saber elegir. Y así, uno se construye y se ata, se define y se da…
¿Qué estoy haciendo yo con mi libertad?
¿A través de qué compromisos, opciones, personas, relaciones, se va definiendo?
¿Es la mía una libertad entregada?
¿A quién o a qué? ¿Merece la pena? |
Pastoral Jesuitas
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¿ARRIESGAR O SEGURIDAD?
Hoy se valora tanto la seguridad… personal y colectiva. Todo tiene que ser fiable, ofrecer garantías… Lo mismo da si es lo que compro o lo que uso, que si hablo de las opciones que voy tomando. Tengo una tendencia irrefrenable a querer tener todas las respuestas antes de avanzar. “¿Qué pasará?” “¿Y si ocurre esto o lo otro?” “No vaya a ser que algo falle, o que me quede a la intemperie, o que algo se escape de los cálculos y las previsiones…”. Y, sin embargo, creo que es una necedad el pretender tenerlo todo atado y bien atado siempre. Hay momentos en que toca arriesgar, caminar sobre el alambre, adentrarse por caminos que no sabes a dónde conducen y salirse del guión
Mi propia historia me va enseñando que muchas veces ha sido el saltar al vacío, sin saber muy bien lo que me iba a encontrar, lo que me ha ayudado a crecer y a vivir con más plenitud. Si me dejase llevar por los miedos, nunca daría un paso. Siempre estaría esperando a tenerlo todo claro (¿y cuándo es eso?) Es sutil la diferencia entre temeridad y valentía, entre el riesgo lúcido y la insensatez… pero hay que intentarlo a veces. Muchas decisiones vitales tienen que jugarse en ese difícil equilibrio: lo que sueñas ser en la vida, los estudios que vas a hacer, las relaciones personales por las que apuestas, lo que uno está dispuesto a decir y a callar, los proyectos que hay que acometer, las realidades que estoy dispuesto a conocer… A menudo tengo que soltarme de las seguridades, y atreverme a intentar lo nuevo.
Nadie garantiza que todo me vaya a salir bien, que tras la osadía siempre venga un premio o que los intentos conduzcan infaliblemente al éxito. A veces meteré la pata (a menudo), y otras me daré un buen golpe. En ocasiones quedaré un poco expuesto, quizás vulnerable; y otras, al contrario, los riesgos traerán su dosis de acierto y resultados. Pero de todo se puede aprender. La clave no es tener muchas seguridades ni certezas, sino unas pocas, pero sólidas. ¿Dónde encontrarlas? En la gente cercana en quien uno confía y por quien apuesta con los ojos cerrados. En las propias capacidades, que no hay que negar, y bien usadas son talentos que Dios nos ha dado para construir Reino. Y, sobre todo, en ese Dios que, al final, sigue inspirando y susurrándonos una palabra de aliento y pasión.
Pastoral Jesuitas